POLÍTICAS

Las políticas como gestión sustentable del Delta


  • El rol del Estado


En la sesión del 8 de febrero de 2012, la Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos derogó la Ley 10.092 que preveía un proyecto productivo en la zona del Delta del Paraná, a través de la concesión de esas tierras a una sociedad anónima creada por la norma: “Arroz del Delta Entrerriano”. Si bien se puso un freno a la iniciativa de las autoridades de ceder las islas y los puertos de la Provincia para explotar el Delta mediante una actividad productiva intensiva, los territorios entrerrianos que abarca el humedal siguen requiriendo acciones conjuntas que no perjudiquen el normal funcionamiento de ese bioma y que a su vez beneficien a la población de la región.
En otras palabras, hoy en día se hace necesaria una voluntad consciente de parte de todos los ciudadanos de la región, que tenga en cuenta y respete no sólo la dinámica misma del sistema del Delta del Paraná, sino también la de los isleños y rivereños que se adaptaron adecuadamente al espacio a través del tiempo. Por este motivo es que el Estado, independientemente de su color partidario, debe ser el principal actor social en procura del bien común. Los objetivos que se propongan deben ser definidos en función de juicios valorativos, que impliquen un accionar responsable y sustentable con el medio ambiente del Delta. Por medio de su dispositivo legal y jurídico, el Estado, ya sea nacional, provincial y municipal, debe ser quien proteja los valores culturales, sociales, productivos y ecológicos de la región, y no los intereses de unos pocos capitalistas que, en su afán por obtener grandes ganancias, se aprovechan de las riquezas naturales para explotarlas en su beneficio.



  • Breve contexto histórico

A mediados de la década de 1970, los países centrales comenzaron un nuevo modelo acumulativo denominado Neoliberal, que tenía como objetivo recuperar las tasas de ganancia perdidas durante el modelo Fordista-Keynesiano. Para ello se readaptaron las teorías neoclásicas, que colocaban al mercado como único regulador de los agentes económicos. De este modo se consolidaron las grandes Empresas Trasnacionales que, a través de estrategias productivas de localización en las periferias para explotar la mano de obra barata, tomaron el poder general de la economía mundial. Fue así también como los Estados quedaron en un segundo plano, siendo funcionales al sistema mediante la legitimación jurídica y legal. Cabe señalar que este neoliberalismo acentuó la tendencia de la polarización social y desigual y, asimismo, condujo a grandes desastres naturales. Esto último se debió a que, en el afán por producir desmedidamente, las grandes empresas comenzaron a hacer un uso irracional y sin precedentes de todos los recursos de la naturaleza.
A comienzos del siglo XXI, el post-neoliberalismo acechó y acecha a gran escala, por más de que intente dar un discurso de ambiente sustentable. Lo cierto es que aquellas políticas de mediados de los setenta siguen vigentes y arrasan con todo en su camino, sin importar las consecuencias. Es por ello que hoy en día, todo ambiente que antes era considerado improductivo, es visto como posible fuente de riquezas que sólo se traducen en ganancias para las grandes empresas, es decir, para unos pocos. Es por ello que en distintas partes del planeta, el clima, el medio ambiente, los ecosistemas están poniendo en evidencia sus límites, dando muestras de degradación.




  • Políticas con sustento científico y ecológico

Por el fuerte impacto que acarrean las distintas actividades productivas intensivas sobre el medio ambiente, es doblemente necesario aplicar políticas sustentadas en análisis científicos amplios y variados. Para no seguir poniendo en peligro a la humanidad, ya no es posible reducir todo a lo económico. La cuestión ecológica exige ser implementada ni desde hoy, ni desde mañana, sino desde ayer.
Teniendo en cuenta el marco capitalista de las naciones actuales, indudablemente hay que reconocer que las políticas económicas del Estado están fuertemente condicionadas por la estructura económica y por la dinámica del modelo de acumulación vigentes. Actualmente en la Argentina, ante un modelo agroindustrial que necesita sostenerse fuertemente con la entrada de divisas por las exportaciones, se hace cada vez más notoria la sobreexplotación de los recursos en los diversos ambientes del país. No obstante, por todo lo que conlleva utilizar al máximo las capacidades de la naturaleza, hay que encontrar la manera, mediante políticas, de cómo mantener un equilibro entre lo necesario para producir y las modalidades o métodos de producción sin que afecten el ambiente.
Por este motivo es que, en el caso de los humedales del Delta del Paraná, las políticas a tomar se deben basar no sólo en un mero análisis económico y productivo. Hay que aprovechar además y fundamentalmente, un conjunto de disciplinas teóricas y prácticas como la biología, la antropología, la sociología, la geomorfología y muchas otras ciencias más, para que aporten sus conocimientos y pongan en discusión qué se valora de todo lo que significa el Delta. Encontrar el equilibrio, recalcamos, nos permitirá seguir produciendo, pero respetando la ecología de los ecosistemas del Delta.



  • Políticas concretas para el Delta

Según el Biólogo Roberto Bó, docente e investigador al frente del Laboratorio de Ecología Regional de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, estas son algunas de las políticas, en sentido de recomendaciones, que se deberían llevar a cabo si la intensión es preservar el Delta del Paraná:
- No realizar obstrucciones en los cursos de agua.
- Garantizar la circulación del agua, la cobertura vegetal y su interacción.
- No realizar grandes endicamientos.
- Garantizar que los diques existentes tengan permanentes aperturas de compuertas.
- No realizar grandes cambios que afecten el paisaje de la naturaleza.
- Favorecer las actividades tradicionales, compatibles con el funcionamiento del humedal.
- Valorar el turismo ecológico y cultural.
- Evitar la agricultura intensiva.
- Evitar altas cargas y permanencias de las actividades ganaderas.
- No favorecer el manejo del fuego para reactivar pasturas.
- No intensificar actividades productivas durante o inmediatamente después de extremos de inundaciones o sequías para favorecer la recuperación del sistema animal y vegetal.
- No favorecer grandes emprendimientos urbanísticos.
- Evitar actividades productivas de grandes extensiones.